POR ARTURO BLANCO.
LA POLÍTICA
La política influye en todos los aspectos de
nuestras vidas, incluso en la vida de aquellos que se hacen llamar
“apolíticos”, por cuanto que la única manera de ser “apolítico” es convertirse
en un ermitaño, esto debido a que la política es algo intrínseco al ser humano.
En este sentido, Aristóteles afirmó que el “hombre es un animal político” (un
zoon politikon).
Por lo que no es de extrañarse que la política y el
movimiento obrero se hayan relacionado en algún punto de la historia. En
Venezuela, esta relación tuvo su origen cuando Rómulo Betancourt, siendo un
joven activista de la democracia, fundó de manera clandestina el Partido Democrático
Nacional (PDN), con la finalidad de hacer oposición al gobierno del Presidente
Eleazar López Contreras. Por medio de esta organización clandestina, Rómulo
Betancourt influenciaría en la sociedad y buscaría canalizar el descontento y
las protestas espontáneas que se daban en la época, también influenciaría en
los sindicatos y organizaciones gremiales con la finalidad de formar una
alianza en contra de las injusticias sociales. Así comenzaría la relación entre
la política y el movimiento obrero.
A
partir de la segunda mitad del siglo XX, la democracia llega a la sociedad
venezolana, los partidos políticos inician la campaña electoral para llegar al poder. Pero
esta campaña electoral no estaba dirigida solamente a conquistar la presidencia
de la República, los partidos políticos también pretendían dominar en todos los
sectores de la sociedad, por lo que las organizaciones sindicales no escaparían
del control de los partidos políticos.
Nicolás
Maquiavelo en su excelsa obra “EL
Príncipe”, nos describe a la política en un sentido general; como el arte de
obtener el poder y de preservarlo. Siguiendo la escuela Maquiavélica, los
partidos políticos venezolanos, entendieron que una vez conquistado el poder
comienza otro reto; el de mantenerse en el poder. Y sin lugar a dudas, el que
pretenda mantenerse en el poder deberá contar con el apoyo de los trabajadores
en general, sin embargo, a lo largo de toda su historia, los sindicaros han
sido una fuerza imposible de controlar por los gobiernos.
EL MOVIMIENTO OBRERO
Los
sindicatos nacen del movimiento obrero, que consiste en el accionar de los
trabajadores organizados, en contra de las injusticias de índole laboral. Este
accionar nace de la condición del ser humano como trabajador asalariado y
subordinado a un empleador. Desde la cuna del movimiento obrero en la
Inglaterra de 1780, hemos visto como las protestas y/o huelgas impulsadas por
este movimiento suelen ser decisivas en el curso que toma la historia de un
país.
El
trabajador además de ser el núcleo central del movimiento obrero, también es
uno de los principales actores de la sociedad en conjunto con el estado y el
sector de empresas privadas. Por lo que una jugada inteligente en el ajedrez
del poder por parte de quien gobierna, es tener a las organizaciones sindicales
como aliadas e intervenir en ellas todo cuanto sea posible con el fin de
reducir al mínimo los conflictos laborales que puedan derivar en protestas que desestabilicen
al gobierno de turno.
Nicolás
Maquiavelo dijo que a los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos. Como no
vivimos en la edad medieval, no se puede eliminar a alguien en el sentido
propuesto por Maquiavelo, pero si se puede encontrar maneras de conquistarlos. Y
la manera que han encontrado los gobiernos para conquistar a la masa de
trabajadores, es convirtiendo a las organizaciones sindicales en apéndices de
los partidos políticos. De esta manera los sindicatos siempre tendrán necesidad
del gobierno y le serán siempre fieles. Por supuesto esto es una estratagema éticamente
cuestionable, pero que es muy sencillo de aplicar en la sociedad
presidencialista en la que vivimos.
EL ADVENIMIENTO DE LA DEMOCRACIA
La
democracia llega a Venezuela en el año 1958, en este mismo año los trabajadores
organizados habían demostrado que eran una fuerza a respetar. Ejemplo de ello
fue la huelga general convocada el 21 de enero, que culminaría el 23 de enero
con la salida del poder de M. Pérez Jiménez. Inmediatamente a la caída de la
dictadura le seguiría una pugna entre los partidos políticos por controlar la
mayor cantidad de organizaciones sindicales que les sean posibles. Acción
Democrática dominaba al menos el 65% de los cargos de la Confederación de
Trabajadores de Venezuela (CTV).
Es
así como, desde 1958 hasta al día de hoy vemos la politización abierta y
descarada de los sindicatos. Al punto de que los dirigentes sindicales juran
lealtad al partido político por sobre la lucha de los derechos e intereses de
los trabajadores, lo que desvirtúa el objetivo de los sindicatos y por
consiguiente, esta conducta desleal para con los trabajadores, deriva en una
decadencia del movimiento obrero. En otras palabras con el advenimiento de la
democracia y las libertades civiles, se fragmento la unidad de los trabajadores
en Venezuela.
Cuando
los partidos políticos obtienen el poder, vale decir, se convierten en
gobernantes, empiezan a intervenir en la sociedad a través de políticas
públicas con el supuesto objetivo de combatir los problemas que derivan en la
pobreza y procurar el bienestar de los ciudadanos, algo que en Venezuela, a
todas luces, no ha podido lograrse. Y esto es porque los presidentes que ha
tenido Venezuela, han sido muy mal administradores. Rómulo Betancourt, decía
que las injusticias sociales no son la consecuencia de una dictadura sino de
una mala administración.
Ahora
bien, en ese proceso de aplicación de políticas públicas e intervencionismo en
la sociedad, trataran de crear las condiciones necesarias para procurar su
permanencia en el poder. Y para ello trataran de seducir a la masa de
trabajadores, en especial a los subordinados del sector privado. Una
herramienta idónea para cumplir con ese propósito de seducción, es la
legislación laboral, que si bien es cierto que las leyes son necesarias para
regular el comportamiento del hombre en la sociedad, no es menos cierto que
algunos gobiernos crean leyes cargadas de contenido político que les permitan
intervenir en la sociedad a su conveniencia.
La
legislación laboral puede ser un instrumento que impulse el desarrollo del
mercado laboral o bien puede relegar ese mercado al estancamiento, puesto que
el mercado laboral de un país estará condenado al fracaso si las leyes
laborales se edifican sobre la base de un dogma vetusto en donde a los
trabajadores se les sobre proteja, y se les inculque la falsa idea de que ellos
son víctimas del sistema capitalista y que solo pueden
sobrevivir con la protección del estado y de los sindicatos. Este tipo de dogma
no tiene vigencia en la sociedad actual, en donde las libertades del ser humano
(en la mayoría de los países civilizados) son tan amplias que la persona puede
decidir en donde trabajar, cuantas horas trabajar y cuanto cobrar por su
trabajo.
Actualmente,
los trabajadores realmente no necesitan de la protección de un gobierno
paternalista para sobrevivir. Sin embargo, si el gobierno impulsa una
legislación laboral de corte populista, aun a costas de la destrucción del
aparato productivo del país, lo mas probable y como nos lo demuestra la historia reciente, sera bien recibida por los trabajadores (transformandose en objetos de su propia destrucción), con lo cual
los gobernantes tendrán mucha influencia en los sindicatos, consolidando su
posición en el poder.
Esa
conducta paternalista por parte del gobierno, solo le causa un daño a la
sociedad, puesto que genera en el trabajador un sentimiento de animadversión
hacia su empleador y peor aún, se destruye el sentimiento de satisfacción
intrínseca del trabajador por realizar una labor útil, de manera tal que el
trabajador acudirá a su trabajo todos los días sin el ánimo de ser productivo y
eficiente, puesto que él se verá a sí mismo como un trabajador explotado.
Entonces,
si una nación quiere ser prospera, no se debe promover el resentimiento hacia las
empresas del sector privado. Adam Smith en su teoría de la economía liberal,
dijo que el interés personal del capitalista se revierte en el interés
colectivo, y esto es así porque cuanto más crece el capitalista, más puestos de
trabajo está obligado a generar para mantener ese crecimiento.
DECADENCIA DEL SINDICALISMO
El
Sindicalismo ha entrado en un espiral de decadencia, producto del excesivo
intervencionismo por parte de los partidos políticos en las organizaciones
sindicales, y como consecuencia la función sindical se ha desvirtuado. De
manera gradual los sindicalistas han dejado en el olvido la lucha por los
derechos de los trabajadores y se han concentrado más en la lucha político partidista.
Hoy vemos en nuestra sociedad venezolana que son pocos los dirigentes
sindicales que realmente son poseedores del mérito de hacerse llamar
“sindicalistas”, vale decir que el grueso de los dirigentes de organizaciones
sindicales tienen una conducta que se amolda mejor al término de
“sindicaleros”, que en el actual uso corriente hace referencia a aquellas
personas que degradan el oficio sindical al asumir tal responsabilidad sin la
debida capacitación y, con intereses personales y no colectivos.
Por último, la politización de las leyes
laborales es otro factor que ha contribuido a la decadencia del sindicalismo,
como es el caso de la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las
Trabajadoras. La politización de nuestras leyes solo se traduce en
descomposición de la justicia, toda vez que al incluir contenido político en el
texto de este marco jurídico, se pierde la objetividad de la Ley y los sujetos
de la relación laboral quedan desprotegidos al ser objeto de decisiones
arbitrarias por parte de los funcionarios que siguen lineamientos políticos y
se alejan de la objetividad del derecho.
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